ÉRASE UNA VEZ EN LONDRES "FOYLES"
de Jordi Escurriola,
http://www.japocat.blogspot.com

Hace años Foyles se proclamaba la mayor librerÃa del mundo, después fue la mayor de Inglaterra y ahora, después de la muerte el 1999 de Christina Foyles, es una de la mayores del Londres.
Cuando se subÃa por Charing Cross desde Leicester Square hasta Oxford Street, a la izquierda, se destacaba la banderola de Foyles anunciando que tenÃa más de un millón de libros en sus estantes al servicio de sus clientes y yo siempre lo creÃ.
No era la tÃpica librerÃa, era un edificio de cuatro plantas atiborradas de libros, incluso dentro de una misma planta existÃan departamentos comunicados por pequeñas escaleras que te adentraban en un rincón sin un centÃmetro cuadrado libre de papel. Uno de mis lugares favoritos estaba en la segunda planta, detrás de filosofÃa clásica y religiones del mundo. Bajabas unos peldaños y entrabas en un espacio de unos ocho metros de largo por cuatro de ancho, allà se amontonaban los libros dedicados a la filosofÃa, psicologÃa, pensamiento alternativo, misticismo, Cábala, traducciones orientales sobre budismo, sectas, nuevos credos, etc. También habÃa folletos sobre todo tipo de manifestaciones mÃstico-religiosas que siempre han proliferado en Inglaterra, revistas que generalmente no pasaban del número 2 dedicadas a nuevos conceptos culturales que revisaban los sustratos más clásicos de la filosofÃa y la psicologÃa adecuándolos a un lenguaje más moderno, otras dedicadas al ocultismo como Arcane, The Ley Hunter dedicada a la información sobre los emplazamientos megalÃticos en Gran Bretaña, Mantra, The Waxing Moon sobre grupos ocultistas y espirituales, New Age School of Meditation, Byakuren Zen, Buddhapadipa Wat, Chinese Tantric Yoga, Sufism, Kongo Zen, Druid Order, Bardib and Druid,etc. Allà tenÃan cabida pequeños santuarios dedicados a causas perdidas de antemano, revistas dedicadas, por ejemplo, al misticismo angélico, llenas de direcciones donde por media libra te enviaban a tu domicilio hojas mecanografiadas explicando los contactos onÃricos de una ama de casa con un grupo de arcángeles rebeldes, otros te comunicaban mantras para cualquier ocasión, el nombre de las estaciones del metro londinense donde podÃas recibir la fuerza telúrica de los centros energéticos del Atlántico, cómo interpretar las mareas, leer las nubes y los estratocúmulos, aplicar la numerologÃa al sexo……


un arco de medio punto daba entrada a una sección alfombrada, con dos sillones de estilo inglés, dos mesas de madera noble con unos atriles donde reposaban gruesos volúmenes de piel con ribetes dorados y cintas multicolores para señalar las páginas, tinteros de cristal, de plata, grandes y pesados, plumas de ganso, hasta el polvo era noble allá dentro……. Las paredes forradas de estanterÃas de madera oscura, sólidas, albergando colecciones de literatura inglesa, pequeñas joyas de la erótica europea, colecciones numeradas de las obras de Shakespeare ilustradas por grandes dibujantes, la Divina Commedia en pergamino, los diarios privados de Samuel Peyps en octavo, múltiples ediciones de Gulliver’s Travels de Jonathan Swift, un monumental volumen de Volpone de Ben Johnson, seguido por su The Alchemist con anotaciones, el Pendennis de Thackeray ilustrado por el mismo autor, las primeras ediciones del Tom Jones de Fielding, ediciones infantiles de las obras de Dickens, los impresionantes grabados de William Blake con sus versos en rojo sangre y plata bruñida, una edición numerada de Chaucer, los ensayos de Locke con comentarios manuscritos, la Morte d’Arthur de Malory con grabados de la época bajo una finÃsima hoja de seda…………
También era inevitable la presencia de un empleado que supervisaba todos los movimientos y que el grosor de las bolsas o carteras de los clientes no abultasen más a la salida que a la entrada sin antes haber pasado por caja. Algunas grandes colecciones como Penguin y Everyman tenÃan sus estantes propios con sus libros en rústica. Eran los más frecuentados por los estudiantes debido a sus precios asequibles y a la calidad de las publicaciones. TenÃan cubiertas sobrias, un buen papel que amarilleaba con el tiempo pero que era resistente y sus lomos eran compactos y duraderos. CubrÃan toda la literatura clásica universal con traducciones de especialistas y eruditos, con tipos de letra perfectamente legibles y con poquÃsimos errores de impresión, todo un lujo para los que como yo tenÃamos más viento que monedas en los bolsillos.
Con la muerte de Christina Foyles la vieja librerÃa fue remodelada por los herederos. Todo fue modernizado y, evidentemente, el acceso a los libros fue racionalizado.
Desaparecieron colecciones enteras de libros que nunca se habÃan vendido pero que seguÃan ocupando anaqueles a la espera de un lector que descubriese sus tesoros. Sin embargo, todavÃa se mantiene una tradición que sorprendió cuando fue fundada : estantes con los libros clasificados por la empresa editorial, generalmente en la primera planta, alrededor de las escaleras que llevan a los pisos superiores y donde se encuentra el diminuto ascensor. Fue calificada de estrambótica e ilógica en aquel tiempo, pero yo creo que es una fue idea estupenda ya que te permitÃa encontrar los autores más fácilmente porque en la mayorÃa de los casos cuando el libro desaparecÃa de las listas de las novedades sólo tenÃas que recorrer las editoriales por orden alfabético.
No echo de menos al viejo Foyles puesto que todavÃa sigue allÃ, y aún siento la misma emoción cuando entro y paseo mi mirada por todos los libros que alguien ha escrito esperando a un lector que esté deseando volver a casa para leerlos.

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