"ÉRASE UNA VEZ .. BARCELONA ... ENRIQUETA.
Blog de literatura japonesa antigua, de Jordi Escurriola,
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E N R I Q U E T A
Anoche soñé con Enriqueta con su casa ……..Recuerdo mis paseos por sus pasillos, mi deambular admirado por el pequeño jardÃn oriental, con diminutos atajos de arena, enclaustrado, sugerente, con su banco entre el manzano y el peral, sus guijarros blancos y sus lechos de flores. Invitaba a conversaciones Ãntimas, a confesiones, a pequeños anhelos, y allà se celebraban fiestas, recitales de poesÃa, música, teatro, charlas……..
Las paredes de la casa de Enriqueta estaban llenas de objetos de todas las partes del mundo. Vitrinas larguÃsimas albergaban cientos de figuritas de vidrio y de cristal, de oro y de plata, de maderas de árboles escondidos en recónditos valles, de marfil, huesos de animales olvidados, pedernales recuperados de las cuevas perdidas en los desiertos, juncos sutiles, mimbres flexibles como voces humanas, metales forjados por alquimistas, corales de diseño exquisito, ojos de esmeraldas, manos de nácar, pequeñÃsimos timbales confeccionados con la piel del murciélago blanco de la China, dagas afiladas hechas con las espinas de extraños peces de las islas Filipinas, pedacitos minúsculos de ámbar prehistórico, rocas de formas inquietantes, calaveras reducidas que me llenaban de zozobra, perlas de infinitas formas y colores………………
La habitación de la entrada estaba dedicada a la náutica. Una hélice enorme hecha con el tronco de un árbol de Sumatra, nudos marineros que colgaban del techo como arácnidos, botellas con translúcidas sierpes mitológicas que necesitaban la eternidad para parir los miles de navÃos que yacÃan en sus vientres, velas ajadas por tempestades, miniaturas de barcos que habÃan hechizado las noches de luna llena en los lagos de los Sung, maderas de naufragios de las playas de la Polinesia, anclas erosionadas por todos los mares y que habÃan contemplado el misterioso crustáceo de cristal que nace en las simas profundas de las islas de Nueva Caledonia.
El baño era el interior de una mar reclusa en un rincón de los trópicos. El lavabo era la biblioteca de un intrépido viajero, lleno de revistas que incitaban a aventuras, memorias de viajes ya olvidados.
¿Y el salón de música? Un piano, flautas infinitas, guitarras, violas, violines, laúdes, trompetas, saxofones……………..y docenas de fotografÃas. Todos los que pasaban por aquella mágica casa dejaban su huella, sus dedicatorias sensibles, todos destacando la gran humanidad de Enriqueta.
Pero todo se podÃa resumir en el maravilloso Sant Jordi que presidÃa el salón principal. Era de laca y el caballo blanco donde el héroe de la Capadocia se elevaba con la lanza conquistadora del dragón era de cáscara de huevo. Sombras que se difuminaban en matizados grises destacaban aún más su blancura. El volumen de su cuerpo rompÃa la uniformidad oscura de la laca, creando un espacio donde la serenidad del rostro del héroe era el equilibrio del conjunto con el movimiento presentido de la cabalgadura, el dolor, la ira y la impotencia del drago herido de muerte por el hierro mientras la cara angustiada de la doncella explicaba toda la simbologÃa del cuadro. Horas y horas me habÃa pasado contemplándolo, hechizado. Enriqueta no me decÃa nada cuando me acercaba demasiado para escuchar el relincho del noble animal. La última vez que la vi estaba sentada en la ventana que daba a la calle. Estaba lacando un biombo con el lema de “Mercat de Calafâ€. Una laca negra de fondo sobre el cual se iban destacando todos los personajes del mercado. Las lacas se fundÃan entre sà creando tonos dorados, ocres, verdes insólitos, rojos nobles, azules inverosÃmiles, grises vertiginosos, una danza de movimiento contÃnuo en la forja de un microcosmos extraordinario.Cuando volvà a Barcelona después de años de ausencia Enriqueta habÃa muerto .Ella querÃa donar la casa al ayuntamiento y que fuera una pequeña colección pública para que todo tipo de público recorriera lentamente sus vitrinas y admirara todo lo que su alma artÃstica habÃa considerado bello e inquietante, pero habÃa sido desvalijada por sus antaño admiradores y amigos, eso me lo comentó Miquel, amigo y vecino de Enriqueta y quien me la presentó.
Desde su muerte nadie ha entrado allÃ. La planta baja está abandonada y la gente dice que el jardÃn es una selva maloliente donde campean gatos y trastos viejos que la gente ha arrojado desde sus balcones y terrazas.Sólo un par de vecinos recuerdan la frágil figura de Enriqueta y sus maravillosos objetos y sólo en sueños puedo evocarla con todo el afecto que siempre tuve por ella.
No puedo reflejar con palabras su ambiente exquisito, su generosidad legendaria, su figura vestida siempre con pantalones estrechos y casaca china, con su cuello alto con ribetes de oro…….
Anoché soñé con Enriqueta o, como dice Chuang-Tzu, quizá fue ella quien soñó conmigo……………………………….